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San Pío I, reliquia en la Catedral de San Juan de Puerto Rico.

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En el año 1848, el Obispo de Puerto Rico, Mariano Rodríguez Olmedo, visitó la ciudad de Roma y le pidió al Santo Padre el privilegio de traer a la isla algún tipo de reliquia del tiempo de los mártires. El Papa accedió a sus deseos y le dió permiso para que fuese a las catacumbas y recogiera la reliquia que prefiriera. El Obispo Rodríguez Olmedo se propuso traer a Puerto Rico la reliquia de San Pío, uno de los primeros mártires de la persecución romana del siglo I de nuestra era. Al volver de Roma, el Obispo pasó por Barcelona, España, dejando allí la reliquia para que la acondicionaran y le hicieran una forma cerámica, de manera que pudiera conservarse por mucho tiempo. Al ser larga y difícil la labor, el Obispo tuvo que regresar a Puerto Rico , donde murió sin poder recibir en la Catedral los restos de San Pío. En el 1868, el Obispo Carrión, quien estaba entonces en Puerto Rico, hizo un viaje a Roma, con el propósito de visitar al Papa. Al pasar por Barcelona, se le informó que en la